Entro al granero, me quito el sombrero y me rasco la cabeza. Ah qué demonios venía. Pienso me pasa seguido mi memoria. Juega conmigo constantemente. Creo que a todos nos pasa decido llevar un par de cubetas de agua a la casa. Ya que estoy aquí, el agua nunca sobra. Subo y bajo la palanca de la bomba mecánica y el agua comienza a salir. Llenando la primera cubeta hace calor, me limpio el sudor de la frente con mi pañuelo. Salgo cargando las cubetas y me dirijo nuevamente a la casa. Percibo un extraño olor. Qué es humo miro desde el granero. Hay llamas en el segundo piso de la casa vieja. Mi casa se incendia cómo es posible. Acabo de salir. Hace escasos minutos asustado, me acerco intento entender qué pasa. No entiendo nada. Logro ver una sombra golpeando la ventana de mi habitación en el piso de arriba. Quién demonios está ahí. Debe ser mi hijo, Isaías, qué hace ahí. Dijo que no vendría del pueblo hasta mañana. No recuerdo haber visto su caballo en el establo. Pienso mientras grito su nombre. Al entrar, Isaías, Isaías, abro la puerta principal y corriendo subo las escaleras buscándolo toso. El humo es poco, pero comienza a hacer espeso. Grito su nombre nuevamente mientras me cubro la boca con un pañuelo. Isaías, Isaías, la madera cruje y es consumida rápidamente por las llamas. La casa no va a durar mucho. La mala fortuna no deja de roparme. Cinco años de sequía dejaron mis tierras áridas. Después la muerte. Se llevó mi ganado, préstamos impagables al banco y ahora la casa. Todo lo que construí todo terminará en un incendio grito nuevamente. Esaías, esaías, escucho la puerta trasera azotarse, me asomo por la ventana y veo una sombra correr hacia el granero. Los vidrios comienzan a reventar. Ese no es, Isaías, quién eres fuiste tú quien incendió mi casa. Maldito seas le grito mientras golpeo el vidrio de la ventana. La sombra ni siquiera voltea a verme toma una manta e intento apagar. El incendio es inútil. Se extenderá rápidamente sin tregua. La vieja madera no cebe. La seca casa se consumirá pronto. Debo escapar. Pienso bajo las escaleras tosiendo me dirijo a la puerta trasera y justo antes de salir, recuerdo la bitácora. No puedo dejarla ahí el registro de mis sueños. Regreso poniéndome el pañuelo en la boca para no inhalar humo y subo nuevamente la escalera dirigiéndome al ático donde escribo apresurado, tomo el pequeño cuaderno de la mesita, pero se me resbala y junto con la pluma dorada con la que escribía, cae al piso abierto en una página en particular cuidado con el quinqué. Ahora lo recuerdo, todo lo entiendo, todo quedó sorprendido por la realidad. Todo se pausa, todo queda quieto en silencio, bajo una inexplicable obscuridad, el camino de espaldas, invadido por el miedo y al hacerlo, tiro el quinqué encendido en el que escribía mis extraños, sueños y realidades durante las obscuras y frías noches. El quinqué cae al suelo y el aceite se esparce. En mi habitación el fuego comienza, primero el tapete, luego las cortinas y las llamas se extienden al armario. Me apresuro bajando las escaleras. Debo apagarlo antes de que se extienda. Pienso salgo por la puerta trasera corriendo me dirijo al granero por dos cubetas de agua. Tal vez esté a tiempo de apagarlo. Miro la casa quemándose maldito, bucle maldito, hechizo, sigo atrapado. Cuántas veces han sido, cuántas veces más. Qué debo hacer para romperlo. Entro al granero. Me quito el sombrero y me rasco la cabeza. Ah qué demonios venía. Pienso me pasa seguido mi memoria. Juega conmigo constantemente. Creo que a todos nos pasa decido llevar un par de cubetas de agua a la casa, ya que estoy aquí el agua nunca sobra. Subo y bajo la palanca de la bomba mecánica y el agua comienza a salir. Llenando la primera cubeta hace calor. Me limpio sudor de la frente con mi pañuelo. Salgo cargando las cubetas y me dirijo nuevamente a la casa. Percibo un extraño olor. Qué es humo miro desde el granero. Hay llamas en el segundo piso de la casa vieja. Mi casa se incendia. Cómo es posible. Acabo de salir. Hace escasos minutos asustado me acerco intento entender qué pasa. No entiendo nada. Logro ver una sombra golpeando la ventana de mi habitación en el piso de arriba. Quién demonios está ahí. Debe ser mi hijo, Isaías. Qué hace ahí. Dijo que no vendría del pueblo hasta mañana. No recuerdo haber visto su caballo en el establo. Pienso mientras grito su nombre. Al entrar, Isaías, Isaías, abro la puerta principal y corriendo subo las escaleras buscándolo toso. El humo es poco, pero comienza a hacer espeso. Grito su nombre nuevamente mientras me cubro la boca con un pañuelo. Quizsaías, Iaias, la madera cruje y es consumida rápidamente por las llaves. La casa no va a durar mucho. La mala fortuna no deja de arropar. Cinco años de sequía dejaron mis tierras áridas. Después la muerte, se llevó mi ganado, préstamos impagables al banco y ahora la casa. Todo lo que construí todo terminará en un incendio. Gritó nuevamente esas esas. Escucho la puerta trasera azotarse, me asomo por la ventana y veo una sombra correr hacia el granero. Los vidrios comienzan a reventar. Ese no es isaías, quién eres fuiste tú quien incendió mi casa. Maldito seas le grito mientras golpeo el vidrio de la ventana. La sombra ni siquiera voltea a verme toma una manta e intento apagar. El incendio es inútil. Se extenderá rápidamente sin tregua. La vieja madera no cede. La seca casa se consumirá pronto. Debo escapar. Pienso bajo las escaleras tosiendo me dirijo a la puerta trasera y justo antes de salir, recuerdo la bitácora. No puedo dejarla. Ahí el registro de mis sueños. Regreso poniéndome el pañuelo en la boca para no inhalar humo y subo nuevamente la escalera, dirigiéndome al ático dónde escribo apresurado, tomo el pequeño cuaderno de la mesita, pero se me resbala y junto con la pluma dorada con la que escribía, caía al piso abierto en una página en particular, cuidado con el quin qué. Ahora lo recuerdo, todo lo entiendo, todo quedo sorprendido por la realidad. Todo se pausa, todo quede quieto en silencio bajo una inexplicable obscuridad camino de espaldas, invadido por el miedo y al hacerlo iro el quinqué encendido en el que escribía mis extraños, sueños y realidades durante las obscuras y frías noches. El quinque cae al suelo y el aceite se esparce En mi habitación. El fuego comienza primero el tapete, luego las cortinas y las llamas se extienden. Al armario. Me apresuro bajando las escaleras. Debo apagarlo antes de que se extienda. Pienso salgo por la puerta trasera corriendo me dirijo al granero por dos cubetas de agua. Tal vez esté a tiempo de apagarlo. Miro la casa quemándose maldito, bucle maldito, hechizo, sijo atrapado. Cuántas veces han sido, cuántas veces más. Qué debo hacer para romperlo. Entro al granero, me quito el sombrero y me rasco la cabeza. Ah qué demonios venía. Pienso me pasa seguido mi memoria. Juega conmigo constantemente. Creo que a todos nos pasa decido llevar un par de cubetas de agua a la casa, ya que estoy aquí, el agua nunca sobra. Subo y bajo la palanca de la bomba mecánica y el agua comienza a salir. Llenando la primera cubeta hace calor. Me limpio el sudor de la frente con mi pañuelo. Salgo cargando las cubetas y me dirijo nuevamente a la casa. Percibo un extraño olor. Qué es humo. Miro desde el granero. Hay llamas en el segundo piso de la casa vieja. Mi casa se incendia. Cómo es posible. Acabo de salir. Hace escasos minutos asustado me acerco intento entender qué pasa. No entiendo nada. Logro ver una sombra golpeando la ventana de mi habitación en el piso de arriba. Quién Demonios está ahí. Debe ser mi hijo, Isaías, qué hace ahí. Dijo que no vendría del pueblo hasta mañana. No recuerdo haber visto su caballo en el establo. Pienso mientras grito su nombre. Al entrar, Isaías, Isaías, abro la puerta principal y corriendo subo las escaleras buscándolo toso. El humo es poco, pero comienza a hacer espeso. Grito su nombre nuevamente, Mientras me cubro la boca con un pañuelo. Isaías, Isaías, la madera cruje y es consumida rápidamente por las llamas. La casa no va a durar mucho. La mala fortuna no deja de arroparme. Cinco años de sequía dejaron mis tierras áridas. Después la muerte se llevó mi ganado, préstamos impagables al banco y ahora la casa. Todo lo que construí todo terminará en un incendio u g o n o nuevamente, Esaías, Esaías, escucho la puerta trasera azotarse, me asomo por la ventana y veo una sombra correr hacia el granero. Los vidrios comienzan a reventar. Ese no es, Isaías, quién eres fuiste tú quien incendió mi casa. Maldito seas le grito mientras golpeo el vidrio de la ventana. La sombra ni siquiera voltea a verme toma una manta e intento apagar. El incendio es inútil. Se extenderá rápidamente sin tregua. La vieja madera no cede. La seca casa se consumirá pronto Debo escapar. Pienso bajo las escaleras tosiendo me dirijo a la puerta trasera y justo antes de salir, recuerdo la bitácora. No puedo dejarla. Ahí el registro de mis sueños. Regreso poniéndome el pañuelo en la boca para no inhalar humo y subo nuevamente la escalera Dirigiéndome al ti donde escribo apresurado. Tomo el pequeño cuaderno de la mesita, pero se me resbala y junto con la pluma dorada con la que escribía, cae al piso abierto en una página en particular cuidado con el quinqué. Ahora lo recuerdo, todo lo entiendo, todo quedo sorprendido por la realidad todo se pausa. Todo queda quieto en silencio bajo una inexplicable obscuridad camino de espaldas. Invadido por el miedo y al hacerlo, tiro el quinqué encendido en el que escribía mis extraños, sueños y realidades durante las obscuras y frías noches. El quinqué cae al suelo y el aceite se esparce En mi habitación. El fuego comienza primero el tapete, luego las cortinas y las llamas se extienden al armario. Me apresuro bajando las escaleras. Debo apagarlo antes de que se extiendenda. Pieso salgo por la puerta trasera corriendo me dirijo al granero por dos cubetas de agua. Tal vez esté a tiempo de apagarlo. Miro la casa quemándose maldito, bucle maldito, hechizo, sijo atrapado. Cuántas veces han sido? Cuántas veces más qué debo hacer para romperlo. Entro al granero. Me quito el sombrero y me rasco la cabeza. Ah qué demonios venía. Pienso me pasa seguido mi memoria. Juega conmigo constantemente. Creo que a todos nos pasa decido llevar un par de cubetas de agua a la casa. Ya que estoy aquí, el agua nunca sobra. Subo y bajo la palanca de la bomba mecánica y el agua comienza a salir. Llenando la primera cubeta hace calor. Me limpio el sudor de la frente con mi pañuelo. Salgo cargando las cubetas y me dijo ue nuevamente a la casa. Percibo un extraño olor. Qué es humo miro desde el granero. Hay llamas en el segundo piso de la casa vieja. Mi casa se incendia. Cómo es posible. Acabo de salir hace escasos minutos asustado me acerco intento entender qué pasa. No entiendo nada. Logro ver una sombra golpeando la ventana de mi habitación en el piso de arriba. Quién demonios está ahí. Debe ser mi hijo, Isaías, qué hace ahí. Dijo que no vendría del pueblo hasta mañana. No recuerdo haber visto su caballo en el establo. Pienso mientras grito su nombre. Al entrar, Isaías, Isaías, abro la puerta principal y corriendo subo las escaleras buscándolo toso. El humo es poco, pero comienza a hacer espeso. Gritó su nombre nuevamente mientras me cubro la boca con un pañuelo. Isaías, Isaías, la madera cruje y es consumida rápidamente por las llamas. La casa no va a durar mucho. La mala fortuna no deja de ropar cinco años de sequía dejaron mis tierras áridas. Después la muerte se llevó mi ganado préstamos impagables al banco y ahora la casa. Todo lo que construí todo terminará en un incendio. Gritó nuevamente esas esas. Escucho la puerta trasera azotarse, me asomo por la ventana y veo una sombra correr hacia el granero. Los vidrios comienzan a reventar. Ese no es isaías, quién eres fuiste tú quien incendió mi casa. Maldito seas le gritó mientras golpeo el vidrio de la ventana. La sombra ni siquiera voltea a verme toma una manta e intento apagar. El incendio es inútil. Se extenderá rápidamente sin tregua. La vieja madera no cede. La seca casa se consumirá pronto. Debo escapar. Pienso bajo las escaleras tosiendo me dirijo a la puerta trasera y justo antes de salir, recuerdo la bitácora. No puedo dejarla ahí el registro de mis sueños. Regreso poniéndome el pañuelo en la boca para no inhalar humo y subo nuevamente la escalera, dirigiéndome al ático dónde escribo apresurado, tomo el pequeño cuaderno de la mesita, pero se me resbala y junto con la pluma dorada con la que escribía, caía al piso abierto en una página en particular cuidado con el quinqué. Ahora lo recuerdo, todo lo entiendo, todo quedo sorprendido por la realidad. Todo se pausa, todo queda quieto en silencio, bajo una inexplicable obscuridad. Vino de espaldas, invadido por el miedo y al hacerlo, tiro el quinqué encendido en el que escribía mis extraños sueños y realidades durante las obscuras y frías noches. El quinque cae al suelo y el aceite se esparce. En mi habitación. El fuego comienza primero el tapete, luego las cortinas y las llamas se extienden al armario. Me apresuro bajando las escaleras. Debo apagarlo antes de que se extienda. Pienso salgo por la puerta trasera corriendo me dirijo al granero por dos cubetas de agua. Tal vez esté a tiempo de apagarlo. Miro la casa quemándose maldito, bucle maldito, hechizo, sijo atrapado. Cuántas veces han sido, Cuántas veces más. Qué debo hacer para romperlo Entro al granero, me quito el sombrero y me rasco la cabeza. Ah qué demonios venía. Pienso me pasa a seguir mi memoria. Juega conmigo constantemente. Creo que a todos nos pasa decido llevar un par de cubetas de agua a la casa, ya que estoy aquí. El agua nunca sobra. Subo y bajo la palanca de la bomba mecánica y el agua comienza a salir. Llenando la primera cubeta hace calor. Me limpio el sudor de la frente con mi pañuelo. Salgo cargando las cubetas y me dirijo nuevamente a la casa. Percibo un extraño olor. Qué es humo miro desde el granero. Hay llamas en el segundo piso de la casa vieja. Mi casa se incendia. Cómo es posible. Acabo de salir. Hace escasos minutos asustado, me acerco intento entender qué pasa. No entiendo nada. Logro ver una sombra golpeando la ventana de mi habitación en el piso de arriba. Quién demonios está ahí. Debe ser mi hijo, Isaías. Qué hace ahí? Dijo que no vendría del pueblo. Hasta mañana no recuerdo haber visto su caballo en el establo. Pienso mientras grito su nombre. Al entrar, Isaías, Isaías, abro la puerta principal y corriendo subo las escaleras buscándolo toso. El humo es poco, pero comienza a hacer espeso. Grito su nombre nuevamente mientras me cubro la boca con un pañuelo. Isaías, Isaías, la madera cruje y es consumida rápidamente por las llamas. La casa no va a durar mucho. La mala fortuna no deja de ropar. Cinco años de sequía dejaron mis tierras áridas. Después la muerte, se llevó mi ganado, préstamos impagables al banco y ahora la casa. Todo lo que construí todo terminará en un incendio. Grito nuevamente. Isaías, Isaías, escucho la puerta trasera azotarse. Me asomo por la ventana y veo una sombra correr hacia el granero. Los vidrios comienzan a reventar. Ese no es Isaías, quién eres fuiste tú quien incendió mi casa. Maldito seas le gritó. Mientras golpeo el vidrio de la ventana. La sombra ni siquiera voltea a verme toma una manta e intento apagar. El incendio es inútil. Se extenderá rápidamente sin tregua. La vieja madera no cede. La seca casa se consumirá pronto. Debo escapar. Pienso bajo las escaleras tosiendo me dirijo a la puerta trasera y justo antes de salir, recuerdo la bitácora. No puedo dejarla. Ahí el registro de mis sueños. Regreso poniéndome el pañuelo en la boca para no inhalar humo y subo nuevamente la escalera dirigiéndome al ático. Dónde escribo apresurado. Tomo el pequeño cuaderno de la mesita, pero se me resbala y junto con la pluma dorada con la que escribía, cae al piso abierto en una página en particular, cuidado con el quinqué. Ahora lo recuerdo, todo lo entiendo, todo, quedo sorprendido por la realidad. Todo se pausa, todo queda quieto en silencio, bajo una inexplicable obscuridad camino de espaldas, invadido por el miedo y al hacerlo, aspiro el quinqué encendido en el que escribía mis extraños, sueños y realidades. Durante las obscuras y frías noches. El quinque cae al suelo y el aceite se esparce en mi habitación. El fuego comienza primero el tapete, luego las cortinas y las llamas se extienden al armario. Me apresuro bajando las escaleras. Debo apagarlo antes de que se extienda. Pienso salgo por la puerta trasera corriendo, me dirijo al granero por dos cubetas de agua. Tal vez esté a tiempo de apagarlo. Miro la casa que mandos maldito, bucle maldito, hechizo, sigo atrapado. Cuántas veces han sido, cuántas veces más, qué debo hacer para romperlo. Entro al granero. Me quito el sombrero, me rasco la cabeza a qué demonios venía. Pienso me pasa seguido