Este es un boleto para entrar a mi mente a un mundo que he creado, donde todo es posible, donde la línea entre la realidad y la irrealidad es casi imperceptible, tan delgada y tan frágil como una burbuja de jabón. Esta es una serie de relatos que narro con la intención de contarte sobre un mundo fantástico que no existe. O tal vez sí, pero sabes esto no. Lo escribo solo a veces cuando es de noche o cuando duermo, A veces cuando medito, cuando me concentro, cuando estoy a solas, a veces cuando estoy sentado en la oscuridad, a veces cuando toco un tambor en un temascal. Algunos seres me cuentan historias en los sueños y las escribo con ellos. Luego las grabo y ellos me acompañan. A veces solo las imagino, otras veces simplemente las percibo y otras pareciera como si ya las supiera ver antes y sólo la recuerdo. Yo soy Rodrigo yop y estas son historias que me contó la noche. Los ancestros escrito por Rodrigo job narrado por Ana Regasol. Papá llegó de hacer la ronda. Es de noche con su sombrero, su abrigo y su escopeta. Dice que hace frío, siempre hace frío y siempre siempre es obscuro. Pero solo él, junto con mi tío, pueden hacerlo. Se turnan una noche uno y una noche otro. Nunca faltan, nunca dejan de hacer la ronda. No ir es regalarles el trabajo de nuestros ancestros a esos infelices. Siempre dice en cuanto escucho la puerta abajo corriendo en mi pijama, ya sé que es él y lo ve o acercarse a la chimenea frotándose las manos para calentarse. Se frota la cara y se peina sus largos bigotes. Me acerco y me abraza y me da un beso en la frente. Debe agacharse para alcanzarme, pero sus manos siguen estando frías. No te calentaste. Le pregunto siempre sí, hija, pero así tengo yo las manos. Me contesta siempre echa dos troncos más a la chimenea salen chispas y el fuego se hace más grande. Yo me escondo detrás de sus piernas. No me gusta el fuego. Con esto durará toda la noche. Siempre dice se sienta en la mesa a cenar y toma un pan mordiéndolo se muere de hambre. Después de trabajar tanto, ya sentado en la cabecera, entonces nosotros nos podemos sentar. Es el jefe de la familia. Mamá aprieta la boca y sirve con un cucharón. La sopa caliente de una hollada enorme de color negro. Mamá dice que lo peor que pudo haber hecho el abuelo es haber dicho que defendería esta tierra y que por nada en el mundo se la robarían esos invasores. No entiendo muy bien de ser necesario. La familia entera, la cuidaría día y noche, hombres y mujeres, niños y adultos, vivos o muertos. Por siempre dijo el abuelo una vez por la mañana, muy temprano, papá se viste, toma su sombrero, toma su abrigo, su lámpara y su escopeta y sale de casa. Cruza todo el campo de maíz y se sienta en una mecedora que hay cerca de la entrada, con su escopeta en las piernas, y ahí se queda mirando hacia un lado y hacia el otro. Cuando sale el sol, camina a un lado y a otro del sembradío revisa que el espantapájaro se esté bien vestido y ahuyenta algunos cuervos. Mira los coches que pasan antes eran carretas. Cuando el sol cae hace un último rondín y regresa a casa arsenal. Esto es una maldición, dice Mamá. Siempre papá se enoja y no dice nada, sigue comiendo y bebe un poco de agua para pasar el pan. Yo no creo que sea una maldición. Yo creo que es un trabajo, un trabajo como cualquiera, el trabajo de cuidar las tierras de la familia. A veces llegan nuevos familiares y nos da gusto. Sabes poco a poco las habitaciones de la casa vieja se van llenando. La tía Gertrudis llegó hace poco, hacía mucho que no la veíamos. Ella prefirió quedarse en el establo. Dice que aquí, en la casa hay mucho movimiento. Allá está mejor, más tranquila. Prefiere estar sola y cuidar ese lado del rancho. Ella no usa una escopeta como papá. Ella usa una lámpara de gas un quinqué que enciende y apaga y así aleja a quienes quieren tomar nuestras cosas. Yo no la visito. Prefiero no acercarme. De hecho, me da mucho miedo. Llego hasta el árbol viejo y seco que está a pocos metros y me regreso corriendo. No es que me asusten los caballos, es que me asusta el fuego. Así es como yo llegué aquí. El granero se incendió cuando un caballo dio una patada y tiró una lámpara cayendo en la paja. Jugaba al escondite con mi primo y yo no pude salir. Mamá entró a buscarme y una gran cortina de fuego nos encerró solamente nos abrazamos. Lo último que recuerdo fue al abuelo. Cruzó las llamas y nos dijo rápido. Es por aquí los tres cruzamos una puerta azul como de relámpagos. Así es como llegamos aquí. Poco a poco fueron llegando los caballos que hoy relinchan en el establo. Mucho tiempo después llegó Papá y más tarde llegó a Gata. Su nueva esposa también está aquí con nosotros. Me cae bien, pero Papá ya no era como lo recordaba. Papá llegó distinto, encorvado, viejito, canoso, pero fuerte. Aquí estamos desde entonces vivos. Cuidábamos del campo, muertos nuestra familia, cuida de la noche y junto con los cuervos gatos y otras criaturas de la oscuridad, cuidamos del campo y nos aseguramos de que nadie nos lo quite, que nadie se lo quite a nuestra familia, hijos, nietos y bisnietos y aún a los que no han nacido todavía. Al final, ellos también vendrán a pelear aquí estamos todos, toda la familia, como lo prometió el abuelo, todos estamos aquí cuidando nuestras tierras, el campo, los animales y el dorado maíz y nos aseguramos de que nadie nos quite lo que nos pertenece. Poco a poco, irán llegando más y seremos muchos los que les digamos a los invasores que aquí no pueden estar, que se vayan. Es divertido. Así es que por las mañanas papá se levanta, toma su sombrero, su abrigo y su escopeta y recorre toda la propiedad deambula por todos lados, diciéndole a los trabajadores que no son bienvenidos, que se Vaya que esta tierra es nuestra y de nadie más y que nunca la dejaremos por nada. Dice que casi siempre los camiones se quedan ahí, incluso encendidos, y la gente corre al escucharnos o vernos. Dice que no hay mucho que hacer, más que decir boyanse de aquí y algunas veces dar un patio de tiros que retumban lejos hasta el pueblo papá Asegura que la minera se irá de una forma u otra que de eso él se encargará. Le tome el tiempo que le tome. No hay prisa. Tenemos todo el tiempo del mundo, nos dice y siempre reímos sobre mis huesos. Termina y vaya que sí, justo ahí está su silla mecedora, en donde están sus huesos, donde él murió y dónde lo enterraron, justo antes de venir aquí con nosotros, cuando ellos llegan los que nos quieren despojar, nos llaman los ancestros. Esto fue. Me lo contó la noche una producción de azuche y lamino escrito y narrado por Rodrigo yo visita. Me lo contó la noche com